La extrema derecha venezolana y sus padrinos del Norte, están perdiendo su compostura y desesperados apelan cada vez más a una grotesca retórica que alivie su pesimismo electoral.
La extrema derecha venezolana y sus padrinos del Norte, están perdiendo su compostura y desesperados apelan cada vez más a una grotesca retórica que alivie su pesimismo electoral.
Esto se desbordó luego que la subsecretaria norteamericana de Estado para Asuntos Latinoamericanos, Roberta Jacobson, a finales de febrero hizo declaraciones abiertamente injerencistas contra Venezuela.
La señora Jacobson advirtió entonces que seguirán respaldando a grupos de oposición en ese país suramericano, lo que, según el canciller, Elías Jaua, demostraba que “el imperialismo es un loro viejo” que no ha aprendido a hablar.
Algo más de dos semanas después, el 17 de marzo, la señora Jacobson cuestionó la seguridad y transparencia del actual proceso electoral que se vive allí, e incluso propuso cómo debían hacerlo.
Esto provocó sorpresa en algunos medios diplomáticos internacionales, pero al parecer la ultraderecha de Venezuela y sus aliados lo interpretaron como la luz verde para sus arremetidas.
Queda en evidencia un complot internacional, manejado desde Washington, dirigido a enrarecer el actual proceso electoral y poner piedras –o rocas- en el camino de la Revolución bolivariana.
Entonces asombra menos que dos infaustos personajes, como los ex subsecretarios de Estado, Roger Noriega y Otto Reich, hayan planeado asesinar al candidato opositor Henrique Capriles Radonski, para culpar a los chavistas.
Reich fue embajador en Caracas, donde tejió una amplia red de nexos con gente de su misma horma, mientras que Noriega trabajó a las órdenes del connotado senador ultraderechista Jesse Helms.
La posibilidad de que mataran a Capriles llegó tan lejos, que el propio presidente encargado, Nicolás Maduro, informó públicamente que le colocaron escoltas, así como al resto de los candidatos.
¿Cómo ha reaccionado Capriles Radonski? Con su vista muy fija en Washington anunció este lunes que si triunfa el 14 de abril, no enviará “ni una sola gota de petróleo a Cuba”.
Después dirigió sus ojos hacia la Casa Blanca y aseguró que el candidato de la Revolución bolivariana es el “candidato de La Habana”.
Cinco días antes, en España, un periódico franquista, el ABC, había dicho que Cuba envió a Venezuela “un destacamento de agentes”, que podrían llegar a 2 500, para controlar las elecciones.
No podían faltar como eslabones del complot los voceros locales. El diario El Universal desplegó este lunes un titular de primera página que decía: Comando de Capriles entregó exigencias al Consejo Nacional Electoral para lograr elecciones justas.
Otro diario, El Nacional, en igual fecha resaltó un titulo que exponía: El CNE no ha puesto límites a los abusos del gobierno, y en su texto añadía que presentarían una resolución para detenerlos.
Vino a calzarlos un portavoz oficioso del Departamento de Estado, , Andrés Oppenheimer, argentino de nacimiento que ahora en la confrontación por la soberanía de Buenos Aires sobre las Malvinas implícitamente respalda a Londres.
Quemando el lenguaje supuestamente objetivo aprendido en refinadas escuelas estadounidenses, se comportó a manera de un descarnado enemigo de los chavistas y un descocado partidario del candidato golpista Capriles.
Lo titula: “Venezuela una elección injusta”, y en el texto repite argumentos de la ultraderecha, Maduro ocultó la gravedad de Chávez, los hombres de Capriles van en trágica desventaja, los chavistas explotan a su favor la imagen del presidente fallecido y otros.
De esta manera parecería que reconocen de alguna manera los grandes valores de Chávez, pero no, intentan contraponerlo a Maduro para rebajarle estatura política.
Son muchos los matices y será necesario darles continuidad, aunque, por ahora, las primeras encuestas de opinión pública otorgan a Maduro una ventaja por varias cabezas.
Un adelanto para el loro viejo, del que habló el canciller Jaua, y cuya residencia colgante radica en Washington.