En el año 1575, el gran cacique Araguare, señor de los pueblos del valle de Tácata (Miranda), se sublevó contra los conquistadores españoles acompañado del cacique Camaco, otro de los grandes jefes tácatas. Los conquistadores enviaron a someterlo el teniente gobernador de Caracas, Francisco Carrizo. A pesar de la superioridad del armamento de los españoles, no lograron derrotar a Araguare.
En uno de los encarnizados combates, Carrizo hizo prisionero a Manarcimá, un querido jefe tácata, y armó una trampa para capturar a Araguare. Al afecto, colmó de atenciones y regalos a Manarcimá y entonces lo envió con un mensaje invitando a Araguare a reunirse con él para concertar la paz. El cacique creyó en la palabra de Carrizo y se presentó en el campamento español acompañado de cien guerreros completamente desarmados y portando magníficos regalos en oro y pieles de animales. El español, violando su palabra, tomó prisioneros a Araguare y a sus compañeros. Ahorcó al cacique y a Camaco, después de cortarles la nariz y las orejas; enseguida mató con garrote vil a 37 de los guerreros del pueblo tácata.
Tomado del Diario VEA
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