Después que el Libertador Simón Bolívar ordenó la aplicación del Decreto de Guerra a Muerte en respuesta al terror desatado por José Tomás Boves en su avance sobre Caracas, y del descubrimiento de planes de los prisioneros para fugarse y tomar venganza contra los familiares de los patriotas, el arzobispo de Caracas, Narciso Coll y Prat, envió una carta a Bolívar solicitando clemencia para los españoles. El Libertador respondió: “No menos que a V.S. me es doloroso este sacrificio. La salud de mi Patria que lo exige tan imperiosamente podría sólo obligarme a esta determinación. Si yo no viera que en este caso la indulgencia aumentaría el número de víctimas y frustraría los mismos sentimientos de piedad que mueven a V.S. a interceder, yo me apresuraría a darle en esta ocasión un testimonio de mi deseo de complacerle. ¿Qué utilidad hemos sacado hasta ahora de conservar a sus prisioneros y aún darle la libertad a una gran parte de ellos? Se ha conseguido que ayer en Tinaquillo (Cojedes) hayan entrado y asesinado a veinticinco hombres que la guarnecían, sin perdonar una sola persona; que Boves no haya dado todavía cuartel ni a uno de los prisioneros que nos ha hecho. Asómbrese más V.S. al saber que Boves sacrifica indistintamente a hombres y mujeres”.
Tomado del Diario VEA