27 nov, 2012 - Testimonios de tres oficiales protagonistas de la “revolución de Yare”, el Mayor (R) Francisco Ameliach; el coronel (activo) Alejandro Maya Silva y el teniente coronel ( R) Ronald Rangel
Hay muchas detalles que poco a poco la historia da a conocer porque en su momento no salieron a la luz pública, pero que a medida que pasa el tiempo surgen, como la “revolución de Yare”, que fue parte de la rebelión del 27 de noviembre de 1992.
Aunque el Presidente de la República, Hugo Chávez, hizo mención de este hecho en un acto militar el 05 de mayo de 1999, poco se sabe del heroico acto que lideró el entonces capitán Francisco Ameliach con un grupo de oficiales, para tratar de rescatar a Chávez de la cárcel de Yare el 27-N.
El mismo Jefe de Estado, destacó en ese momento, la valentía de este grupo comandado por Ameliach, así como el sacrificio que este realizó, al tomar la decisión de pasar a retiro para ir a la Constituyente cuando le faltaban 45 días para culminar el Curso de Estado Mayor, que encabezaba en primer lugar y ascender a Teniente Coronel.
He aquí los testimonios de tres oficiales protagonistas de la “revolución de Yare”, el Mayor (R) Francisco Ameliach (entonces capitán); el coronel (activo) Alejandro Maya Silva (para ese momento teniente) y el teniente coronel ( R) Ronald Rangel, quienes no dudaron en poner en riesgo su vida y sus carreras militares para cumplir con dos objetivos, rescatar al Presidente y resguardar su integridad física ante la inminente amenaza de que lo mataran.
En una amena conversación sostenida con varios periodistas y estos oficiales, se fueron hilvanando detalles de lo que vivieron el 27 de noviembre. Para Francisco Ameliach, en nuestra historia contemporánea hay tres rebeliones, la del estallido social de febrero de 1989; la del 4 de febrero de 1992 y la del 27 de noviembre de ese mismo año.
Según Ameliach, quien ahora está asumiendo el reto de ser candidato de la revolución a la gobernación de Carabobo, el error cometido por el Alto Mando de las Fuerzas Armadas Nacionales en ese entonces, de disparar en febrero de 1989 contra el pueblo, representó para sus integrantes, que les cayera, “la maldición de Bolívar”, quien declarara, “Maldito el soldado que vuelva las armas de la República contra su pueblo”.
Para Ameliach, quien era parte del MBR200, desde 1983, pero a finales del 91´en un intento de los altos mandos por desarticular el movimiento que se estaba gestando, fue enviado a Cumaná, “sin puesto de comando y a administrar un economato”, luego de los sucesos de febrero de 1989 se multiplicó un sentimiento en el seno de la FAN y resume lo que fue la motivación de quienes fueron parte del 4-F y el 27-N, “en un deseo de hacerle ver al pueblo que había militares dignos y capaces de acompañar su lucha”.
A su juicio, “de allí nace ese sentimiento de unión cívico-militar”, que considera se consolida con los sucesos de abril 2002 (golpe de Estado) cuando el mismo pueblo se dirige a los cuarteles a pedir el regreso del Presidente Chávez, porque sabía que allí su petición iba a tener eco, como en efecto sucedió en varias guarniciones del país.
“Revolución de Yare”: Revolución dentro de la revolución
El Coronel Alejandro Maya inicia su relato haciendo mención de cómo fue que Ameliach “llevaba la voz cantante” en lo que se denominó “la revolución de Yare”, refiriendo que el entonces capitán era Instructor de la Cátedra Bolivariana en la Escuela Superior de Tropas del Ejército (con sede en La Victoria), donde instituyó que el trote diario de los soldados, fuera acompañado con cánticos relativos a la historia republicana del país, costumbre que persiste al día de hoy.
En la madrugada del día acordado, cuando se activó la contraseña de la operación, que era “cruce de sables”, junto a un sargento de apellido Ojeda, se atrevieron a ejecutar una acción difícil de asumir, que era detener al director de dicha escuela, lo cual lograron y luego se dispusieron a sacar el parque de armas, para dirigirse rumbo a Yare, “con 46 tropas profesionales, mientras el resto se quedaba en puntos claves”.
Uno de esos puntos clave en el trayecto fue el peaje de La Victoria, “cuya toma fue perfecta”, acotó, agregando a esto Ameliach, que a las 4:00 am de la madrugada de ese 27-N, cruzaron el peaje de La Peñita, donde contaron con el apoyo del profesor José Jiménez Patiño (hoy fallecido) quien ya había tomado dicho punto.
De allí, siguieron a Yare esperando a que amaneciera. Maya explica que se cambió el uniforme y se puso ropa de civil y pidió cola en una camioneta, donde escuchó por radio el reporte de lo que estaba sucediendo en el resto del país, sobre la asonada militar del 27-N, de la cual sin embargo, aclararon, no eran parte directa porque no les inspiraba confianza que fueran generales los que lideraran y además no habían tenido enlace directo con los mandos de este movimiento.
Cuando se acercaba a Yare, coincidió con Ameliach y se unió al grupo. Desde una casa de bahareque montaron su centro de operaciones, para enfrentarse a un contingente que mantenía acordonado el mismo. “la idea era disuadir a los compañeros de Yare para que no permitieran que le hicieran daño al comandante Chávez”, refiere el mismo Ameliach.
Según Ameliach, se trataba de hacer creer que, como la Aviación era la que se había alzado, el ruido generado con el lanzamiento de granadas que realizaban hacia el patio de la cárcel, produjera el efecto de un ataque aéreo.
Sin embargo, a cada lanzamiento, la pequeña estructura que los resguardaba, iba siendo minada por los impactos y aunque pensaron en retroceder, Ameliach los instó a continuar hasta terminar con las cinco granadas que en ese momento eran su artillería frente a una AT4 (armas portátiles antitanque), por ejemplo.
“Cuando estábamos allí hasta una Señora nos llevó café y nos dijo, aquí tienen, yo estoy con Chávez”, rápidamente trataron de advertirle, “Señora usted está loca, cuidado, agáchese que la pueden matar”, contó Maya.
A punto de emprender la retirada, llegó un paylover (maquinaria retroexcavadora) con gente de la universidad. El equipo les sirvió para protegerse de los disparos desde el interior del penal y de milagro salvaron sus vidas, al recibir un mortal disparo de la AT4 que fue a dar justo en la pala de la máquina.
La primera misión no pudo ser culminada, pero la segunda fue alcanzada, se logró con la disuasión, llegar a un acuerdo con los custodios del comandante Chávez, para que su vida fuera respetada ante cualquier atentado. Así se los hizo saber el mismo Chávez, con quien habían mantenido comunicación a través de un pequeño radio.
Previamente, el comandante había intentado evitar que asumieran el riesgo que implicaba enfrentarse en tales condiciones de desventaja y lo convencieron, casi a última hora, una semana antes, al hacerle llegar la orden de operaciones, recuerda Ameliach.
Luego de replegarse, tuvieron que irse a las montañas de Pardillal, según relata el coronel Maya, donde hicieron un análisis de la situación, ya que algunos operaron en forma encubierta, mientras que otros fueron identificados, porque no actuaron precisamente bajo la clandestinidad.
Dos días después, Maya cuenta que bajaron de la montaña y un oficial general los estaba esperando. Pasó cinco días esposado en una celda en San Juan de Los Morros, de allí lo pasaron a San Carlos.
A pesar de ello, Maya no se arrepintió y dijo sentirse orgulloso de haber actuado, “reivindicando la moral de los oficiales”, agregando que, “el 27-N para nosotros fue algo muy pasional, estábamos en deuda con la historia, con el pueblo, que teníamos que subsanar quienes no habíamos podido ser parte del 4-F y sentíamos esa necesidad”
“4 Patria ó Muerte”
Ameliach recuerda como eran apenas cuatro personas, César Peñaloza, Ronald Acosta, José Francisco Jiménez Castillo y él, cada uno con una pistola y el último con una escopeta y una pequeña cámara para documentar todo, los que pretendían tomar la alcabala, colocándose en una estación del antiguo INOS (Instituto Nacional de Obras Sanitarias) a 50 metros de la misma.
Desde las 3 hasta las 6:45 am, aproximadamente, aguardaron sin tener noticias de lo que estaba sucediendo y esperando para entrar en acción. Enviaron al entonces sargento Ronald Acosta a inspeccionar la zona y como no regresó, optaron por “tomar prestada” una camioneta pick up para dirigirse al peaje.
“Me hacen preso porque no tenía el brazalete y llegó alguien y dijo ese es “Carlucho” (su apodo para el movimiento). En ese momento, ya sabían que el alzamiento militar había fallado y decidieron igual dirigirse a Yare a cumplir su cometido, acota el teniente coronel Ronald Rangel
Aunque Ameliach esperó varios días su arresto por sus acciones en el movimiento, sorpresivamente esto no sucedió y pudo regresarse a su puesto en Cumaná, sin que su ausencia siquiera hubiera sido percibida, lo cual le sirvió para mantenerse activo dentro de las Fuerzas Armadas.
Gracias a esto, pudo alertar y activar la “Operación Escudo”, para frenar un movimiento que había dentro de la FAN orquestado por el general Rojas Rojas, para tratar de desconocer el triunfo del Presidente Chávez en 1998
El ahora candidato a la gobernación de Carabobo, por el PSUV y el GPP, destaca el gran apoyo de su esposa, Elizabeth, quien también fue parte del movimiento revolucionario.
“Ha sido una compañera revolucionaria y fiel”, expresa Ameliach, a lo cual habría que agregar también que, “valiente”, al haber estado a su lado durante 36 años, asumiendo junto a él los riesgos emprendidos e incluso servir de emisaria para el movimiento, al establecer ciertos contactos claves.
“No nos arrepentimos de nada de lo que hicimos”, afirma con vehemencia Ameliach, agregando que todo ello fue la génesis de la relación de confianza que ha surgido entre la población civil y la Fuerza Armada Nacional Bolivariana. “Si en algo hemos avanzado ha sido en esto, la Fuerza Armada Nacional Bolivariana cada día se compenetra más con las necesidades del pueblo y esto es un proceso que no tiene vuelta atrás”, expresó.