jueves, 5 de septiembre de 2013

Israel, entre la acogida de heridos sirios y la alerta ante el régimen de Bashar Asad

Dr. Embon, director del Hospital Ziv de Safed.

La calma de la tensa línea que separa Israel y Siria es engañosa ya que a sus dos lados se insinúa tormenta. En territorio israelí, los soldados del Comando Norte, bajo el mando del general Yair Golan, patrullan preparados por si el régimen de Bashar Asad ataca la zona en represalia a una intervención estadounidense.
La Inteligencia militar, situada también en el Comando Norte, no pierde detalle de lo que sucede en las aldeas sirias fronterizas y en Damasco que, como nos dice un druso de la bella meseta del Golán, "se puede ver desde lo más alto del monte si hace buen tiempo".
En territorio sirio, por su parte, hay caos, miedo y destrucción. Guerra civil. En los últimos meses, esta frontera ha sido escenario de dos fenómenos. Por un lado, disparos voluntarios o no desde Siria que han sido respondidos muchas veces con fuego puntual desde Israel. Por otro, llegada gradual de heridos de las bombas de Siria para ser tratados en tierras tradicionalmente enemigas.
Una vez consiguen llegar a la frontera, los sirios son recogidos por soldados israelíes. De allí les llevan a un hospital de campaña que el ejército levantó hace medio año clandestinamente para atender a siete heridos de la ensangrentada Siria. Eran los primeros pero no los últimos.
"Un sábado en febrero, recibimos una llamada del ejército. Nos dijeron que tenían a siete jóvenes sirios heridos. Debido a su edad y tipo de heridas, nos imaginamos que eran rebeldes y opositores a Asad pero no preguntamos. Cuando viene un herido al hospital no preguntamos de dónde es y qué ha hecho sino cómo podemos curarle", recuerda el doctor Oscar Embon, director del Hospital Ziv de la ciudad israelí de Safed.

'Nos veían como a monstruos'

Esos siete sirios se multiplicaron hasta llegar hoy a 300 que son atendidos en los hospitales del norte como el de Safed o Nahariya. Los árabes-israelíes, con presencia importante entre los doctores y enfermeros, ejercen también de traductor y sobre todo ayudan a suavizar una situación que antes de las revueltas contra Asad (marzo 2011) parecía imposible.
Y es que los heridos -en su mayoría civiles y en estado grave- se encuentran por primera vez con un israelí. "Ellos crecieron viéndonos como monstruos y de repente descubren que somos humanos", dice Isaac Kryes, el oficial jefe del departamento médico del ejército al diario 'Yediot Ajaronot' que revela la existencia del centro sanitario abierto del Tsáhal.
"Nos da igual si el herido es del bando de los rebeldes, el régimen o civiles. Un herido es un herido que hay que salvar", añade el oficial mientras Embon añade: "Es un inmenso orgullo y privilegio salvar vidas independientemente de su raza, sexo o nacionalidad".
Precisamente este trato hacia los heridos sirios es "la prueba" aportada por Asad para demostrar la alianza con los rebeldes. "La principal prueba de la cooperación viene del mismo Israel que ha dicho varias veces que en sus hospitales cuidan a decenas de terroristas. Si estos grupos odian tanto a Israel que la simple pronunciación de su nombre los lleva a la histeria entonces ¿por qué estos radicales grupos que están ahora luchando contra Egipto y Siria nunca han llevado a cabo una operación contra Israel a lo largo de su historia?", pregunta Asad en una entrevista al diario ruso 'Izvestia'.
Los rebeldes, por su parte, suelen acusar a Asad de "ser valiente con el pueblo sirio y débil con Israel en el Golán", en referencia al territorio ocupado por Israel en la guerra del 67.

'El trato de Israel, excepcional'

A Asad no le gustará escuchar por ejemplo a un joven sirio que reconoce en un hospital del norte: "Algunos heridos volvieron a Deraa y nos dijeron que el trato de Israel fue excepcional".Cuando los heridos regresan a Siria llevan el parte médico e instrucciones de la terapia que deben seguir sin detallar la nacionalidad de los doctores. Incluso las pastillas no las llevan en las cajas para no delatar su origen. Cualquier precaución es poca.
En las casas rurales, kibbutzim y hoteles del norte de Israel esperan que los tambores de guerra no agoten las miles de reservas. Es temporada alta con el inicio del año nuevo judío este miércoles. Haim Levy, de Ramat Gan, es la personificación del surrealista contraste. "Por la mañana, hice cola para coger la máscara antigás y por la tarde me vine con la familia a la zona de Merom Golán para pasar las fiestas", nos dice con absoluta naturalidad.
No hace falta que el primer ministro Benjamin Netanyahu pidiera en los últimos días a los israelíes que salieran a disfrutar en los parques y jardines del país. "Salgan a disfrutar con calma. A los que nos quieren atacar, les digo: no os conviene", advirtió Netanyahu que tiene su residencia más lujosa en la norteña localidad de Cesarea.
La situación en las próximas semanas en ambos lados de la frontera depende ahora de lo que decida el Congreso y haga el inquilino de la Casa Blanca.

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